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lunes, 11 de octubre de 2010

El subversivo Liu Xiaobo,ante los subversivos españoles.


Y es que la Institución gusta premiar a sospechosos y provocar a los países socialis­tas. Menuda ecuanimidad...

Liu perteneció a una organización subversiva desde 2003. En 2009 fue arrestado, procesado y condenado a 11 años de cárcel por "incitar la subversión contra el poder del Estado". Que dé gracias por no haber sido fusilado, pues la subversión organizada más o menos clandestina es un gravísimo delito en todas partes. Lo que ocurre es que en occidente y especialmente en España, la discrepancia se enmascara en subversión y la subversión se reboza en otros delitos más graves todavía, aun inexistentes, para los que bastan los testi­monios policiales; como son el terrorismo, la apología del terrorismo y la pertenencia a banda armada…

Por otro lado, es encomiable mirar por la libertad y los derechos huma­nos. Pero para ser convincente un país exigiendo a otra nación so­berana que respete la libertad y esos derechos, tendrá que empe­zar por respetar la libertad de opinión y los derechos humanos en su casa propia. Sin embargo, es mundialmente sabido que en los esta­dos burgue­ses, principalmente en Estados Unidos y en España, en el mismo pa­quete de “terrorismo” de mayor o menor intensi­dad se mete todo lo que pone en evidencia al Estado, al sistema, a los me­dios de comunicación y a las clases sociales dominantes.

Decía Voltaire que la libertad de todo un pueblo no merece el derra­mamiento de una sola gota de sangre. Pues, desde la perspec­tiva del Estado chino, la libertad de Liu Xiaobo no vale el respeto a la voluntad política de mil millones y medio de ciudadanos que no son Liu Xiabo y están conformes con un gobierno y un sistema que les está conduciendo a ser poco a poco la primera potencia mundial.

De manera que, en todos estos aspectos, el socialismo chino y el ca­pitalismo burgués funcionan en último término bajo el mismo princi­pio de quitarse de encima a los indómitos. Nada, pues, ten­drían que echarse en cara. Pero a diferencia de las democracias socia­listas, las burguesas -y la institución de los Nobel pertenece a ellas- vigilan beneficiar a los dueños del poder, sea institucional o eco­nómico, y dan prioridad a las usurpaciones individuales sobre los de­rechos sociales.

Por otro lado no crean el Estado y los medios que no nos damos cuenta de que aquí no se califica de disidentes, ni siquiera de subversi­vos a los que se encarcela por motivos políticos. Disidente es, para ellos, el depurado, injustamente, por los estados socialis­tas. Y cuando los medios hablan por aquí de derechos humanos, nunca se refieren a los atropellos sufridos por los detenidos y encarcela­dos en las prisiones españolas.

En España sabemos mucho de la disidencia real o prefabri­cada por el poder, sin que medie para nada terrorismo:

En la madrugada del 14 de julio de 1998, el juez Baltasar Garzón or­denó el cierre cautelar del periódico y la emisora de radio, así como el arresto de varios responsables de "Orain, S.A.", a los que acusó de integración en banda armada. En virtud de la legislación antite­rrorista aún están en la cárcel 5 administradores de Egin.

Y precisamente está caliente la noticia de que la Audiencia Nacio­nal ha ordenado detener a 46 procesados del "caso Ekin"; caso que relaciona a medio mundo vasco con ETA. A cinco de los arrestados se les han impuesto penas de entre 12 y 18 años de prisión; penas que, por cierto, superan a los 11 a que ha sido condenado este misera­ble chino al que probablemente ha lavado el cerebro la inteligen­cia yanqui. Y en el País Vasco hasta se persigue a quienes homenajean a sus presos.

¿Qué diría España, pues, si galardonaran con el Nobel de la Paz a uno de los muchos recluidos en sus cárceles por luchar contra los abu­sos de poder en Euzkadi o fuera de él?

Hay que estar ciegos de ideología y mutilados del entendimiento para ver razón suficiente en el encarcelamiento y condena de los geren­tes de un periódico, y no verla en la subversión organizada de un Liu Xiabo que se ha dedicado a minar la paz, el orden y las institucio­nes del Estado chino desde el año 2003. ¿Acaso no po­drían las autoridades chinas haber acusado de pertenencia a banda terrorista a Liu Xiabo, y sin embargo no lo han hecho? Si el delito de subversión es recurrente para acusar a los críticos con Pekín, en Es­paña la martigala recurrente es acusar a los críticos con Madrid de terro­ristas, de apologistas del terrorismo y de “pertenencia a banda armada”. ¿Dónde está la diferencia? Por lo menos tengan la ver­güenza de callarse políticos y medios…


Jaime Richart en Kaos en la Red

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