Pese a que inmediatamente despierta nuestra simpatía, en la historia de wikileaks no deberíamos dejar pasar por alto lo increíblemente parecida que resulta a la de los computadores de las FARC . ¿No es medio inverosímil que un analista de bajo rango en Irak pueda tener acceso a toda clase de información no sólo del ejército sino del Pentágono, el Departamento de Estado, etc., y filtrarla sin que nadie se entere? Y en dado caso que todo eso fuese posible, ¿qué hay del hecho que la “revelación” de los cables la hayan hecho The New York Times, El País, Le Monde, Der Spiegel y The Guardian, tal vez los cinco diarios más importantes del mundo, habiéndose puesto previamente de acuerdo entre ellos, prefiltrado la información y advertido al Departamento de Estado? Al menos en mi humilde opinión, hay varias cosas que no encajan bien en esta trama de espías, contraespías y periodistas arrojados combatiendo por la verdad y la ética, por lo que tal vez no esté de más ver las cosas un poco más en perspectivas antes de celebrar y convalidar una historia que se parece demasiado a un collage de varias buenas y no tan buenas películas hollywoodenses.
Lo que quiero decir es que después de todo un poco más de paranoia no vendría mal en este caso. A todas estas, por lo demás, hasta los momento no sólo nada de lo revelado en realidad era exactamente secreto y ni siquiera especialmente grave -a lo sumo lo que se desnuda son varias de las cosas que habitualmente encubre la diplomacia- sino que peores cosas se han hecho y hacen a plena luz del día, como los encarcelamientos ilegales en Guantánamo. Y en lo que a los afectados respecta, la inteligencia norteamericana y el Departamento de Estado especialmente, resulta llamativo que en ningún momento hayan desmentido el contenido de la información limitándose a denunciar el hecho que se haya filtrado. Con respecto a esto último, estamos hablando de los mismos tipos a los que muchos acusan de haberse inventado ante nuestros propios ojos los atentados del 11 de septiembre, de ser los cerebros detrás de Alqaeda y fabricado las “pruebas” de las armas de destrucción masiva irakíes entre otras hazañas, ¿qué les cuesta negar el contenido de la información si de verdad les afecta tanto y compromete? Y si estaban preavisados, ¿cómo fue que no lo evitaron a través de los métodos siniestros que se supone usan?
Desde el luego también puede ser que uno sobreestime el poder de las agencias de poder norteamericanas y sus aliados y resulte que la historia es verdad. De ser este el caso, habría efectivamente que celebrarlo. Pero en realidad, todo esto recuerda mucho a aquello que en Mitologías Roland Barthes llamaba Operación Astra: la de mostrar el espectáculo complaciente de los defectos del poder como un medio paradójico y a la vez perentorio de glorificarlo.
Lo que quiero decir es que después de todo un poco más de paranoia no vendría mal en este caso. A todas estas, por lo demás, hasta los momento no sólo nada de lo revelado en realidad era exactamente secreto y ni siquiera especialmente grave -a lo sumo lo que se desnuda son varias de las cosas que habitualmente encubre la diplomacia- sino que peores cosas se han hecho y hacen a plena luz del día, como los encarcelamientos ilegales en Guantánamo. Y en lo que a los afectados respecta, la inteligencia norteamericana y el Departamento de Estado especialmente, resulta llamativo que en ningún momento hayan desmentido el contenido de la información limitándose a denunciar el hecho que se haya filtrado. Con respecto a esto último, estamos hablando de los mismos tipos a los que muchos acusan de haberse inventado ante nuestros propios ojos los atentados del 11 de septiembre, de ser los cerebros detrás de Alqaeda y fabricado las “pruebas” de las armas de destrucción masiva irakíes entre otras hazañas, ¿qué les cuesta negar el contenido de la información si de verdad les afecta tanto y compromete? Y si estaban preavisados, ¿cómo fue que no lo evitaron a través de los métodos siniestros que se supone usan?
Desde el luego también puede ser que uno sobreestime el poder de las agencias de poder norteamericanas y sus aliados y resulte que la historia es verdad. De ser este el caso, habría efectivamente que celebrarlo. Pero en realidad, todo esto recuerda mucho a aquello que en Mitologías Roland Barthes llamaba Operación Astra: la de mostrar el espectáculo complaciente de los defectos del poder como un medio paradójico y a la vez perentorio de glorificarlo.
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