Union Sovietica.

La bandera de la Union Sovietica.

sábado, 9 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa.


Sarah Palin a la política o Arnold Schwarzenegger al cine, un producto apresurado. Un Knut Hamsun señorón, un Ernesto Giménez Caballero de columna arrogante y desquiciada.

El nobel es un matadero para la palabra, la da hidalguía de salón y cambia al escritor, por un patricio del texto. Ese premio de academia, no puede acabar en la actualidad, en la pluma de Juan Gelman, no se estimula la búsqueda poética de una nieta desaparecida de golpe de estado de Junta militar, sino el acatamiento del orden de editorial y patrono, mediante la prosa.

Vargas Llosa quiso que le votaran en Perú como un nuevo Virrey José de la Serna y se puso nacionalidad de la España Burguesa y corazón de las FAES.

Paso de chulo praxeologíco a su novelado Ricardo Arana de la Ciudad y los Perros, se ultimó de “visitadora” del Neoliberalismo, donde este en peligro.

La Europa oxidada de Ángela Merkel, se vierte en el Danubio y Don. Mario, escribe con ese barro rojo húngaro.

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