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lunes, 18 de octubre de 2010

Algo sobre los Medios de Comunicacion.


El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se enfrenta a los medios de comunicación de su país por las operaciones que descargan contra la candidata petista Dilma Rousseff: “Ya no tienen más aquel negocio de decir que si salió en la televisión es verdad, eso acabó. Es verdad cuando es verdad. Pero el pueblo sabe cuándo es mentira, el pueblo sabe cuándo ellos están intentando mistificar cosas, crear cosas nuevas”. Desde Ecuador, Rafael Correa plantea: “El viejo poder derrocado se atrincheró en algunas empresas de comunicación privadas para, desde la ilegitimidad de los poderes fácticos, tratar de hacer daño a un gobierno de verdadera representación popular”. El primer mandatario uruguayo José Mujica apela a la conciencia de la opinión pública y les pide “que no se dejen intimidar o arremolinar por gritos fuertes de medios de prensa que insisten con campañas machaconas”.

Las tres declaraciones muestran que hoy el debate sobre el rol de los grandes multimedios trasciende las fronteras nacionales y está en el centro de la escena política latinoamericana. Sin embargo, muchos análisis periodísticos operan con una doble reducción de las distintas variables que entran en juego en la discusión. Por un lado, eliminan los antecedentes históricos de los conflictos que se puedan dar entre los medios y los gobiernos. Por otro, buscan restringir el debate a dimensiones puramente nacionales. Ambos recortes presentan cualquier avance normativo en un capricho repentino, que no tiene antecedentes históricos ni geográficos.

Las tensiones entre los gobiernos y los medios de comunicación surgen desde la propia constitución de la prensa a fines del siglo XVII. Pero especialmente a partir de la segunda mitad del siglo XX, los medios de comunicación se convirtieron en una industria central del sistema capitalista, captando grandes masas de inversores debido a su rentabilidad creciente. La concentración de la propiedad incrementó el poder de negociación de los grandes conglomerados frente al poder político. Así se expandió una fuerte tendencia ideológica que busca legitimar una supuesta “no intervención” del Estado en la regulación de los sistemas de medios.

Figura central de la sociología actual, el pensador polaco Zygmunt Bauman recuerda en su libro En busca de la política la división que existía en la polis griega entre las esferas de la ecclesia –la zona institucional de la política, el lugar de los poderes estatales–; del oikos –el espacio de la propia subsistencia y de la intimidad–; y del agora, la zona asociativa pero no estatal donde es posible la deliberación entre las personas privadas sobre los asuntos comunes.

Conformada como zona de diálogo entre lo público y lo privado, el agora está atravesado por una tensión constante. Históricamente se registra la tendencia totalitaria de los gobiernos de aniquilar la esfera público/privada e instaurar un monólogo del poder. Se trata de la intención de silenciar a la opinión pública y los medios de comunicación e instaurar asimetrías entre representantes y ciudadanos.

Bauman advierte que, sin embargo, las principales invasiones hoy se producen en la zona de proximidad entre el agora y el oikos: “El agora, como antes, sigue siendo un territorio invadido, pero esta vez los roles se han invertido y las tropas invasoras se apiñan en el límite de lo privado; pero, a diferencia del caso en que ‘lo público’ era representado por el Estado que creaba y hacía cumplir las leyes, esta vez los invasores no son un ejército estable con cuartel general y mandos unificados, sino más bien una tropa indisciplinada, variada y sin uniforme”. Se refiere, claro, a la pérdida del poder de los gobiernos en manos de un capitalismo líquido y deslocalizado.

Las palabras del pensador polaco, entonces, muestran que es necesario repensar las relaciones entre los gobiernos y el poder empresarial y mediático, en una era donde poder y política parecen haberse desligado. También obliga a redefinir el rol del periodismo en tanto “guardián de los derechos ciudadanos”. En muchos casos, parecería inadmisible que los mismos periodistas que no dudan en dar a conocer la intimidad de los políticos se animen a divulgar las informaciones sobre asuntos públicos que involucran a ciertos sectores empresariales. Hoy el verdadero periodismo comprometido debería también poner el foco sobre ese verdadero poder que se refugia bajo la invisibilidad. Aunque, en algunos casos, implique afectar los intereses de las empresas para las que trabajan.

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